06 marzo 2013

Testigos y Grabaciones Que no queden impunes quienes nos amenazan



Testigos y Grabaciones
 Que no queden impunes quienes nos amenazan
“Hay que detestar a las víctimas que respetan a sus verdugos”
Jean Paul Sartre

En estos tiempos que corren, los trabajadores hemos de ser conscientes de que, aunque nuestros enemigos (dentro y fuera de la empresa) estén absolutamente convencidos de que pueden hacer con nuestros salarios, nuestros empleos y nuestro futuro lo que les venga en gana, nosotros podemos y debemos hacer muchas cosas para que no lo tengan tan fácil y para que, en ocasiones, el miedo cambie de bando. 

Está claro que son unos inmorales y unos canallas (¿Te parece fuerte nuestro lenguaje? Imagínate a ti y a tu familia con un recorte salarial de hasta el 50% o en la cola del paro mientras quienes te hacen estas cositas se lo llevan a paladas ¿Siguen pareciéndote inapropiadas nuestras expresiones? Tranquilo, si consiguen sus propósitos, seguro que dentro de unos meses, aunque ya sea tarde, no te lo parecerán tanto), pero también esta claro que no son todopoderosos ni omnipotentes. De nosotros depende demostrarles que son mortales como todos y que el poder que acumulan no les protege de su propia prepotencia.

En los últimos tiempos, algunos jefes, jefecillos y jefazos con vocación de cabo de varas (*) están aprovechando la situación (reforma laboral, eres y despidos en el horizonte, sensación de desprotección absoluta del trabajador) para ejercer todo tipo de presiones en torno a los cumplimientos de campañas, la colocación a machetazos de una serie de productos de discutible utilidad para el cliente, las prolongaciones ilegales de horarios, la participación en movilizaciones, etc., etc.

Como han llegado a sus puestos por los discutibles méritos que todos conocemos, como además saben que los trabajadores no ignoramos quienes son y cuales son sus trayectorias y, sobre todo, como cuentan con carta blanca desde las alturas, pretenden descargar en nosotros todos sus complejos personales y toda su falta de dignidad, que les lleva a ser cada día más sumisos con quienes, desde esas mismas alturas, les tratan como peleles.

Hasta ahora, estos personajes están saliendo impunes de sus atropellos. Cuando un trabajador lleva a los tribunales estos abusos y les toca ir a declarar, mienten de forma descarada, convencidos de que, en último extremo, no les pasará nada y que, como en repetidas ocasiones ha sucedido, si el trabajador consigue una sentencia favorable, será la Caja quien tenga que asumir las responsabilidades, como es la Caja la que paga sus abogados, mientras que el trabajador debe pagarse los suyos. 

A nosotros no nos lo contaron. Hemos sido testigos directos de como estos individuos (desde las máximas alturas hacia abajo) mienten con toda desfachatez en los tribunales y se van tan ufanos, convencidos de que hay dos justicias: una para los simples mortales y otra para los poderosos y sus esbirros. 

Es mucho lo que esta en juego (nuestros salarios, nuestros puestos de trabajo, nuestro futuro, pero sobre todo, nuestra dignidad profesional y personal). Si se salen con la suya, convertirán nuestras vidas en un infierno y venir a trabajar (mientras podamos) será un suplicio que acabará pasándonos factura en forma de falta de autoestima, depresión y sensación de que no valemos nada. Como estamos convencidos de que los trabajadores valemos mucho más que cualquiera de ellos, tenemos que tomar las medidas adecuadas para que empiecen a sentir que no tienen garantizada la impunidad y que no todos pueden refugiarse en despachos blindados, casas blindadas y vidas blindadas. 

Tenemos que conseguir que quienes nos amenazan y nos extorsionan tengan motivos ciertos para estar preocupados y para deprimirse. Hay maneras de hacerlo. Algunas que todos conocemos y no vamos a detallar aquí por pura lógica y otras que es conveniente recordar.

Teniendo en cuenta lo que está pasando y, sobre todo, lo que puede pasar en torno a las presiones para que los trabajadores seamos más agresivos comercialmente, para que endosemos a los clientes lo que la dirección ordena sin pararnos a pensar sobre la moralidad de este tipo de política comercial, para que, como clientes (caso de preferentes y subordinadas) aceptemos cualquier oferta con el chantaje del ERE y los despidos que preparan, recomendamos una serie de iniciativas absolutamente legales que pueden permitirnos bajarles los humos a estos individuos y, con suerte, hacerles que paguen penalmente por sus fechorías. 

Guarda los correos electrónicos en los que te parezca que te estás siendo amenazado o que tus derechos como trabajador están siendo conculcados. Imprímelos y remítelos a tu correo externo para poder tenerlos a mano en caso de necesidad.

Si te convocan a una reunión en la que, por pura lógica, esperas que te sometan a una encerrona, puedes (y en nuestra modesta opinión, debes) tomar alguna de estas iniciativas, o todas juntas:

Exige la presencia de un representante de los trabajadores. Tienes todo el derecho, estés o no estés afiliado a un sindicato. Por parte de la CSI, como sabes, nos tienes a tu completa disposición, a la hora y en el momento que lo necesites. Cuenta con nosotros.

Acostúmbrate a grabar este tipo de conversaciones. Numerosa jurisprudencia del Tribunal Supremo señala que, sea de forma abierta o sea oculta, grabar conversaciones de índole laboral en las que participamos es absolutamente legal y estas grabaciones son pruebas totalmente válidas. También pueden utilizarse como prueba las conversaciones telefónicas de esta índole. No creas que esto que te contamos es una exageración o es más propio de una película de espías que de nuestra vida real. Además de servirnos en cualquier demanda laboral, ¿Te imaginas una demanda penal contra algún personaje de estos en la que podamos aportar las cosas con las que, muy sueltos de cuerpo, nos amenazan y extorsionan? ¿Dónde quedaría su prepotencia? ¿Qué cara se les pondría? ¿Qué crees que harían sus superiores, dejarles caer o caer con ellos?

Hoy en día, con cualquier teléfono móvil, MP3 o grabadora barata pueden efectuarse este tipo de grabaciones. Ya para sobresaliente, hay tiendas donde se venden todo tipo de artilugios dedicados a estos fines. En todo caso, no cuesta ningún trabajo hacer las pruebas pertinentes en casa y tener siempre a mano el dispositivo necesario por lo que pueda pasar. 

Si nos convocan para alguna reunión de este tipo (y todos somos lo bastante inteligentes para saber si nos convocan para otorgarnos una medalla o para apretarnos la tuercas) podemos, con todo nuestro derecho legal, poner la grabadora encima de la mesa y anunciar que vamos a grabar la conversación. Si nos ordenan apagarla, aparte de no hacerlo, mejor. Si se cabrean y se les calienta la boca, mucho mejor todavía. Si suspenden la reunión, sin problemas, que te digan por escrito (si se atreven) lo que tenían pensado decirte de esta otra manera.

En todo caso, a pesar de que puede hacerse de esta forma, también es positivo que, el que lo prefiera, no diga que va a grabar la conversación y que a todos estos valentones les quepa la duda de si les estaremos grabando o no. ¿No crees que seguramente estarán mucho menos crecidos que hasta ahora y se cuidarán de utilizar expresiones y mostrar actitudes que, por la cuenta que nos trae, deben ser desterradas de éstos ámbitos? ¿No te parece que merece la pena que todos colaboremos en darles algunas preocupaciones a estos individuos?

Por nuestra parte, en ello estamos.

Seguiremos informado

6 de marzo de 2013

(*) Sobre la expresión cabo de varas. 

El Cabo primero y segundo tendrán una vara sin labrar, del grueso de un dedo regular, y que pueda doblarse a fin de que el uso (con el Soldado) de esta insignia, que distingue al Cabo, no tenga malas resultas. Reales Ordenanzas para el régimen, ordenación, disciplina y subordinación de los Ejércitos, dictadas por Carlos III en 1768

En argot carcelario, preso favorito y chivato de los funcionarios que se encargaba de mantener la galería o módulo en orden.


AVISO A NAVEGANTES Y APRENDICES DE TIBURON FINANCIERO

Artículo 172 del Código Penal.

 Coacciones

1. El que, sin estar legítimamente autorizado, impidiere a otro con violencia hacer lo que la ley no prohíbe, o le compeliere a efectuar lo que no quiere, sea justo o injusto, será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años o con multa de 12 a 24 meses, según la gravedad de la coacción o de los medios empleados.

Cuando la coacción ejercida tuviera como objeto impedir el ejercicio de un derecho fundamental se le impondrán las penas en su mitad superior, salvo que el hecho tuviera señalada mayor pena en otro precepto de este Código.