Participaciones Preferentes
y Deuda
Subordinada
"Primero fue el miedo. Hubo un día en que nos perdieron el
miedo. Es difícil de precisar, pero ocurrió, aunque ahora nos quede muy lejos….Nos
perdieron el miedo hace muchos años, luego el respeto. Sólo nos queda nuestra
capacidad de rebelión, porque la indignación quedó muy atrás y fue muy
celebrada por los mismos que la provocaban. " Ni
miedo ni respeto. Gregorio Morán
El sospechoso
secretismo con que la dirección está abordando el desarrollo del proceso de
recapitalización y el plan de viabilidad impuesto por Bruselas hace ya más de
dos meses no augura nada bueno para clientes y trabajadores.
A todo lo que
hemos dicho (y lo que, sin ninguna duda seguiremos diciendo) acerca del brutal
plan de ajuste que se nos pretende aplicar a los trabajadores, hemos de añadir
una situación muy preocupante que la conocida capacidad de nuestra altísima
dirección para agraviar a la gente del común y para arrojar gasolina a
cualquier incendio está convirtiendo en una bomba de relojería que, en función
de la solución que se le dé, puede
resultar letal para el futuro de nuestra entidad y de nuestros puestos de
trabajo: las participaciones preferentes y la deuda subordinada.
Al margen de las
obvias diferencias entre estos productos, ambos comparten una serie de
características que creemos conveniente recordar:
·
Son productos de inversión complejos que, a la luz
de lo sucedido, no deberían haber sido comercializados entre nuestra clientela
habitual y, sobre todo, no deberían haber sido ofrecidos como alternativa a las
imposiciones a plazos fijos, ya que la garantía y la posible liquidez de unos y
otros no tienen nada que ver.
·
Las modificaciones del mercado secundario han puesto
de manifiesto el riesgo que, en diferente medida, supone este tipo de
productos. Es obvia la responsabilidad que le compete a la CNMV y al Banco de España en
todo este estropicio, pero esto ni alivia la angustiosa situación de nuestros
clientes ni disminuye en nada la responsabilidad de la dirección tanto en el
proceso de comercialización como en su negativa a buscar una solución
satisfactoria para un asunto en el que nos jugamos el futuro de nuestra entidad.
·
Los trabajadores que comercializaron las
participaciones preferentes y la deuda subordinada actuaron con absoluta buena
fe, creyendo que este era un buen producto tanto por rentabilidad como por
liquidez y buscando ofrecer una opción interesante para los ahorros de personas
con las que, además de la relación comercial, existía una mutua confianza conseguida
a base de años de buen trato personal y profesional. Como ejemplo de esta buena
fe, baste decir que muchos trabajadores y sus familias han invertido en estos
productos y ahora se ven tan afectados por la situación como el resto de los
clientes.
·
Los clientes que contrataron las participaciones
preferentes y la deuda subordinada actuaron igualmente de absoluta buena fe,
adquiriendo un producto que ofrecía una rentabilidad razonable y una liquidez
prácticamente inmediata, confiando, más allá de los argumentos comerciales
concretos, en las personas que se la ofrecían. Estos clientes tienen toda la
razón cuando exigen una solución para el secuestro de sus ahorros y cuanto más
se tarde en dar satisfacción a esta justa exigencia, peor será para los
trabajadores y para el futuro de nuestra entidad, que no puede permitirse el
desgaste en credibilidad que nos está suponiendo la actual situación.
A todo este
problema de creciente magnitud se suman los rumores (o globos sonda
interesados) que señalan la posibilidad de que la dirección vaya a ofrecer el
canje de ambos productos, con una quita aún por determinar, por participaciones
convertibles en acciones, lo que, a nuestro entender, supondría una intolerable
estafa a los ahorros y a la confianza de nuestros clientes. Ya sería el colmo
que quienes llevan meses toreando a los afectados con verdades a medias,
mentiras descaradas, maniobras propagandísticas varias y derivando sus
responsabilidades hacía otro sitio, se financiaran sus sillones en el banco
resultante de la privatización de nuestras cajas mediante esta intolerable
maniobra de obligar a clientes que buscaban una inversión segura y no
especulativa a adquirir acciones u otro tipo de productos sujetos a los
vaivenes de la bolsa.
En todo caso, resulta
bastante llamativa la diferencia de trato a estos ahorradores (trabajadores,
jubilados, pequeños empresarios, nuestra clientela habitual en definitiva) en
contraste con el dispensado a los especuladores ligados a la corrupción
política y la especulación inmobiliaria (válgase la redundancia), a los que, véase
el caso de La Talá,
el de Castiello y tantos y tantos otros, se les da la dación en pago sin falta
de ponerse en huelga de hambre y se van de rositas mientras nosotros nos
tragamos cientos de millones de euros en pelotazos fracasados y mientras los directivos responsables de este
estado de cosas se blindan en sus sillones y/o se prejubilan para dedicarse al
gratificante mundo de los consejos de administración.
De que los
afectados por esta situación reciban una solución justa y rápida a un problema
que no debe seguir enquistándose dependen cosas muy importantes, entre ellas
que la tensión que se está viviendo en muchas oficinas no se convierta en un
problema mucho mayor que el ya existente.
A esta necesaria
solución no ayuda, ni mucho menos, la actitud del presidente de Liberbank que,
viéndose obligado por las movilizaciones de la Plataforma de los Afectados
por la Preferentes
de Cantabria a participar en una reunión para tratar este asunto, hizo gala de
una actitud prepotente y amenazadora que, añadida a las obvias mentiras que
utilizó como argumentos frente a las reclamaciones de los afectados, no ha
hecho más que añadir agravios a una situación que no admite más demoras, ni más
disculpas, ni más mentiras.
Como se ve, es
relativamente fácil ser tan soberbio cuando se vive en despachos blindados y
casas blindadas, con seguridad privada y policía pública a su personal
servicio, hablando siempre en círculos de paniaguados a los que se puede tratar
como peleles sin ningún problema y sin dar la cara en ningún sitio. El problema
es que quienes tenemos que pagar por las decisiones y las actitudes de estos tiranuelos
somos quienes trabajamos dando la cara ante los clientes y quienes pretendemos andar
por la calle sin que nadie nos pueda acusar de haberles estafado, siendo como
somos, trabajadores y clientes, los perjudicados por la gestión absolutamente
nefasta del equipo directivo.
Para finalizar y
resumiendo, desde la CSI
exigimos una solución rápida y satisfactoria para los clientes que han suscrito
participaciones preferentes o deuda subordinada y denunciamos la actitud de la
dirección de Liberbank que, preocupada solamente por blindarse en sus sillones
en vez de asumir su responsabilidad en esta situación y dedicarse a solucionar
este asunto, no hace más que añadir incertidumbres y malos presagios a una
injusticia que atenta gravemente contra el futuro de nuestra entidad, ya que
pone en riesgo nuestra credibilidad y la confianza de nuestros clientes que son
imprescindibles para su supervivencia a medio plazo.
Igualmente,
consideramos absolutamente legítimas las movilizaciones de los afectados por
esta situación ya que, nos consta, se ven obligados a efectuarlas porque
quienes tienen la obligación de dar solución a este problema no solamente no
cumplen con ella sino que se permiten tratar un tema tan serio como este con
una absoluta falta de respeto a las personas afectadas, al igual, por otra
parte, que nos tratan a los trabajadores.
Seguiremos
informando
26 de febrero
2013
P.D.: ante las
consultas de compañeros que, en su calidad de trabajadores y clientes afectados
nos manifiestan su temor a ser presionados para aceptar el canje que la
dirección, en su caso, quiera proponer, la próxima circular tratará sobre las
medidas a tomar frente a presiones, amenazas y sugerencias extorsivas en
general. Se titula: “Testigos y Grabaciones. Que no queden impunes quienes nos
amenazan”