Testigos y Grabaciones
Que
no queden impunes quienes nos amenazan
“Hay que detestar a las víctimas que
respetan a sus verdugos”
Jean
Paul Sartre
En estos tiempos
que corren, los trabajadores hemos de ser conscientes de que, aunque nuestros
enemigos (dentro y fuera de la empresa) estén absolutamente convencidos de que
pueden hacer con nuestros salarios, nuestros empleos y nuestro futuro lo que
les venga en gana, nosotros podemos y debemos hacer muchas cosas para que no lo
tengan tan fácil y para que, en ocasiones, el miedo cambie de bando.
Está claro que
son unos inmorales y unos canallas (¿Te parece fuerte nuestro lenguaje?
Imagínate a ti y a tu familia con un recorte salarial de hasta el 50% o en la
cola del paro mientras quienes te hacen estas cositas se lo llevan a paladas
¿Siguen pareciéndote inapropiadas nuestras expresiones? Tranquilo, si consiguen
sus propósitos, seguro que dentro de unos meses, aunque ya sea tarde, no te lo
parecerán tanto), pero también esta claro que no son todopoderosos ni
omnipotentes. De nosotros depende demostrarles que son mortales como todos y
que el poder que acumulan no les protege de su propia prepotencia.
En los últimos
tiempos, algunos jefes, jefecillos y jefazos con vocación de cabo de varas (*)
están aprovechando la situación (reforma laboral, eres y despidos en el
horizonte, sensación de desprotección absoluta del trabajador) para ejercer
todo tipo de presiones en torno a los cumplimientos de campañas, la colocación
a machetazos de una serie de productos de discutible utilidad para el cliente,
las prolongaciones ilegales de horarios, la participación en movilizaciones,
etc., etc.
Como han llegado
a sus puestos por los discutibles méritos que todos conocemos, como además
saben que los trabajadores no ignoramos quienes son y cuales son sus
trayectorias y, sobre todo, como cuentan con carta blanca desde las alturas,
pretenden descargar en nosotros todos sus complejos personales y toda su falta
de dignidad, que les lleva a ser cada día más sumisos con quienes, desde esas
mismas alturas, les tratan como peleles.
Hasta ahora,
estos personajes están saliendo impunes de sus atropellos. Cuando un trabajador
lleva a los tribunales estos abusos y les toca ir a declarar, mienten de forma
descarada, convencidos de que, en último extremo, no les pasará nada y que,
como en repetidas ocasiones ha sucedido, si el trabajador consigue una
sentencia favorable, será la Caja
quien tenga que asumir las responsabilidades, como es la Caja la que paga sus
abogados, mientras que el trabajador debe pagarse los suyos.
A nosotros no
nos lo contaron. Hemos sido testigos directos de como estos individuos (desde
las máximas alturas hacia abajo) mienten con toda desfachatez en los tribunales
y se van tan ufanos, convencidos de que hay dos justicias: una para los simples
mortales y otra para los poderosos y sus esbirros.
Es mucho lo que
esta en juego (nuestros salarios, nuestros puestos de trabajo, nuestro futuro,
pero sobre todo, nuestra dignidad profesional y personal). Si se salen con la
suya, convertirán nuestras vidas en un infierno y venir a trabajar (mientras
podamos) será un suplicio que acabará pasándonos factura en forma de falta de
autoestima, depresión y sensación de que no valemos nada. Como estamos convencidos
de que los trabajadores valemos mucho más que cualquiera de ellos, tenemos que
tomar las medidas adecuadas para que empiecen a sentir que no tienen
garantizada la impunidad y que no todos pueden refugiarse en despachos
blindados, casas blindadas y vidas blindadas.
Tenemos que
conseguir que quienes nos amenazan y nos extorsionan tengan motivos ciertos
para estar preocupados y para deprimirse. Hay maneras de hacerlo. Algunas que
todos conocemos y no vamos a detallar aquí por pura lógica y otras que es
conveniente recordar.
Teniendo en
cuenta lo que está pasando y, sobre todo, lo que puede pasar en torno a las presiones
para que los trabajadores seamos más agresivos comercialmente, para que
endosemos a los clientes lo que la dirección ordena sin pararnos a pensar sobre
la moralidad de este tipo de política comercial, para que, como clientes (caso
de preferentes y subordinadas) aceptemos cualquier oferta con el chantaje del
ERE y los despidos que preparan, recomendamos una serie de iniciativas
absolutamente legales que pueden permitirnos bajarles los humos a estos
individuos y, con suerte, hacerles que paguen penalmente por sus fechorías.
Guarda los correos electrónicos en los que te
parezca que te estás siendo amenazado o que tus derechos como trabajador están
siendo conculcados. Imprímelos y remítelos a tu correo externo para poder
tenerlos a mano en caso de necesidad.
Si te convocan a una reunión en la que,
por pura lógica, esperas que te sometan a una encerrona, puedes (y en
nuestra modesta opinión, debes) tomar alguna de estas iniciativas, o todas
juntas:
Exige la presencia de un representante de
los trabajadores. Tienes todo el derecho, estés o no estés afiliado
a un sindicato. Por parte de la
CSI, como sabes, nos tienes a tu completa disposición, a la
hora y en el momento que lo necesites. Cuenta con nosotros.
Acostúmbrate a grabar este tipo de
conversaciones. Numerosa jurisprudencia del Tribunal Supremo señala que, sea de forma
abierta o sea oculta, grabar conversaciones de índole laboral en las que
participamos es absolutamente legal y estas grabaciones son pruebas totalmente
válidas. También pueden utilizarse como prueba las conversaciones telefónicas
de esta índole. No creas que esto que te contamos es una exageración o es más
propio de una película de espías que de nuestra vida real. Además de servirnos
en cualquier demanda laboral, ¿Te imaginas una demanda penal contra algún
personaje de estos en la que podamos aportar las cosas con las que, muy sueltos
de cuerpo, nos amenazan y extorsionan? ¿Dónde quedaría su prepotencia? ¿Qué
cara se les pondría? ¿Qué crees que harían sus superiores, dejarles caer o caer
con ellos?
Hoy en día, con
cualquier teléfono móvil, MP3 o grabadora barata pueden efectuarse este tipo de
grabaciones. Ya para sobresaliente, hay tiendas donde se venden todo tipo de
artilugios dedicados a estos fines. En todo caso, no cuesta ningún trabajo
hacer las pruebas pertinentes en casa y tener siempre a mano el dispositivo
necesario por lo que pueda pasar.
Si nos convocan
para alguna reunión de este tipo (y todos somos lo bastante inteligentes para
saber si nos convocan para otorgarnos una medalla o para apretarnos la tuercas)
podemos, con todo nuestro derecho legal, poner la grabadora encima de la mesa y
anunciar que vamos a grabar la conversación. Si nos ordenan apagarla, aparte de
no hacerlo, mejor. Si se cabrean y se les calienta la boca, mucho mejor
todavía. Si suspenden la reunión, sin problemas, que te digan por escrito (si
se atreven) lo que tenían pensado decirte de esta otra manera.
En todo caso, a pesar de que puede hacerse
de esta forma, también es positivo que, el que lo prefiera, no diga que va a
grabar la conversación y que a todos estos valentones les quepa la duda de si
les estaremos grabando o no. ¿No crees que seguramente estarán mucho menos
crecidos que hasta ahora y se cuidarán de utilizar expresiones y mostrar
actitudes que, por la cuenta que nos trae, deben ser desterradas de éstos
ámbitos? ¿No te parece que merece la pena que todos colaboremos en darles
algunas preocupaciones a estos individuos?
Por nuestra
parte, en ello estamos.
Seguiremos
informado
6 de marzo de
2013
(*) Sobre la expresión cabo de varas.
El Cabo
primero y segundo tendrán una vara sin labrar, del grueso de un dedo regular, y
que pueda doblarse a fin de que el uso (con el Soldado) de esta insignia, que
distingue al Cabo, no tenga malas resultas. Reales Ordenanzas para el régimen, ordenación, disciplina y subordinación
de los Ejércitos, dictadas por Carlos III en 1768
En
argot carcelario, preso favorito y chivato de los funcionarios que se encargaba
de mantener la galería o módulo en orden.
AVISO A NAVEGANTES Y APRENDICES DE TIBURON FINANCIERO
Artículo
172 del Código Penal.
Coacciones
1. El que, sin
estar legítimamente autorizado, impidiere a otro con violencia hacer lo que la
ley no prohíbe, o le compeliere a efectuar lo que no quiere, sea justo o
injusto, será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años o con
multa de 12 a 24 meses, según la gravedad de la coacción o de los medios
empleados.
Cuando la coacción
ejercida tuviera como objeto impedir el ejercicio de un derecho fundamental se
le impondrán las penas en su mitad superior, salvo que el hecho tuviera
señalada mayor pena en otro precepto de este Código.