La dirección de Unicaja sigue sometiéndonos al test de stress: ¿cuánto aguanta un trabajador antes de reventar?
Ocho meses después de la integración informática con Unicaja, seguimos padeciendo un intolerable grado de abandono por parte de la dirección de la entidad que hace ya tiempo que no puede camuflarse con la consabida disculpa de que son los problemas lógicos de un cambio como éste.
La acuciante falta de medios tanto humanos como materiales y la desatención absoluta a las múltiples incidencias que se nos presentan a diario hacen que la tensión en las oficinas, lejos de ir disminuyendo, se incremente día a día, con las consecuencias esperables en nuestra salud física y psíquica.
Como ejemplos de situaciones que no pueden consentirse y para evitar que la dirección alegue que las desconoce traemos a colación algunos de los problemas más graves que estamos padeciendo en las oficinas de Asturias:
Escasez de personal, acentuada por el cierre de oficinas, las salidas a raíz del ERE, los traslados a departamentos de nueva creación y los cambios derivados del nuevo modelo de oficinas
Desesperante funcionamiento (o mejor dicho no funcionamiento) de los cajeros automáticos que, lejos de ser un medio complementario de atención al público, se están convirtiendo en el principal foco de protestas de los clientes y de incremento de tareas en las oficinas, sin que, por mucho que notifiquemos las incidencias, se resuelva este problema generalizado y recurrente.
Para más INRI, se nos comunica que “la incidencia ya está localizada y se está a la espera de las instrucciones para resolverla” (sic). ¿Quién debe dar esas instrucciones? ¿La Junta General de Accionistas? ¿El Alto Mando de la OTAN? ¿El Sínodo Papal?
Paupérrimos presupuestos de los pedidos de almacén, con unos límites mensuales ridículos, que junto con la recurrente “rotura de stock”, generan múltiples quejas de los clientes y nos obligan a hacer un imposible encaje de bolillos para elegir entre tener folios, libretas, bolsas para efectivo o blisters y, como nos pasa ahora, encontrarnos que, por muchos malabares contables que hagamos, a partir de mediados de mes no tenemos ni unos ni otros.
Situaciones que rayan en la comedia del absurdo como el hecho de que el sistema de gestor de colas no puede ponerse en marcha porque “no hay conexión eléctrica” (sic) cuando antes de la pandemia estaba funcionando con normalidad y, en todo caso, suponemos que, sin falta de derruir la oficina, debería de haber alguna manera de establecer esa conexión.
Y, ya para nota, el funcionamiento del Click & Service, ese agujero negro interestelar donde desaparecen para siempre las notificaciones de incidencias (tal vez, a través de un agujero de gusano, aparezcan resueltas a la altura del año 3013) por mucho que indiquemos la urgencia y la necesidad perentoria de la resolución de algunas de ellas para el funcionamiento diario de las oficinas. Lo más ofensivo de todo esto es que, tal vez porque no nos consideran a los trabajadores capaces de discernir entre lo urgente y lo que puede esperar, han deshabilitado cualquier posibilidad de notificar por teléfono las incidencias que deben ser resueltas a la mayor brevedad posible porque nos impiden realizar las tareas más necesarias en nuestro trabajo.
Ejemplos estos de que a la dirección de Unicaja parece no importarle que nuestras condiciones de trabajo se sigan deteriorando día tras día sin que se tomen medidas para poner remedio a todas esas calamidades de las que son directamente responsables.
Y motivos de más para seguir en la pelea.
30 de enero de 2023